Una silla vacía, un significativo espacio sin ocupar, un hueco que precisamente por ser eso, un hueco, muestra como nada más lo haría ese otro espacio vacío para las libertades que es el régimen iraní, dónde los artistas, los autores como Jafar Panahi son condenados a 6 años de cárcel por mostrar en sus películas la cara menos amable de un país dónde aún se pone a Dios por encima de los hombres, una estúpida teocracia (perdón por la redundancia) que considera a los cineastas, a los escritores, a las personas libres un género a extinguir.
Una silla, sólo eso, la silla de Jafar Panahi, no dice nada y al mismo tiempo lo dice todo.
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